sábado, 29 de noviembre de 2008

El estado de las cosas


Es así. En una semana pasa todo: todo sí, y todo todo también. Y a la semana siguiente los autos se deslizan por la avenida como una formación de barcazas sobre aguas inmóviles. Y no hacemos más que hablar del calor. El calor: eso que va a sobrevivirnos a todos. Pasa alguien agitando las carnes. Pasa el pasado saludando simpático. Paso yo misma y ni me reconozco. Así las cosas, la semana siguiente promete. O no. Son las deliciosas patrañas que se inventa la especie para seguir adelante. Prendo el ventilador, apago el ventilador. Me pongo las sandalitas rojas o no sé muy bien qué me pongo. Llevo las cuentas a pagar. Me llama él o no me llama, o lo llamo yo. O le mando un mensajito. Ahora que lo pienso, esta semana viene medio chueca. Entonces pongo una música hipnótica. Y la hora que viene ya veré qué se trae por aquí.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Vos

Otro torrente de vos. Llegás así, de sorpresa, de vi luz y subí, con tu sonrisa canchera, como una luna llena extemporánea. A veces quiero invitarte yo, pero no me sale. ¡Qué ilusa! Creo que con un poquito de agua en bajada voy a inaugurar la garganta del diablo y lo único que consigo es una especie de canilla con el cuerito roto. Creo que si pinto un redondelito de blanco voy a llenar la luna nueva y no hago más que echarme encima una oscuridad de topo. Creo cada cosa yo...
A vos sí te sale, en cambio, porque el torrente sos vos. Yo soy la piedra calcinada: cobro vida en esa inmensidad de aguas feroces que desvían el cauce cotidiano para inundarlo de sentido. Soy la estatua de sal que se convierte en Sara por darse vuelta a mirar; soy la princesa aburrida que se convierte en sapo feliz para deleitarse con ese huracán de agua fresca en pleno verano.
Te miro y creo que sí, que te inventé, pero no. Vos ya estabas hecho. Yo nunca te habría inventado tan bien. Fijate si no lo que me pasa cuando intento apenas describirte: escribo algo que sólo entiende Magoya; te comparo con un torrente cuando sé muy bien que andás por ahí escupiendo fuego; te igualo a una luna llena justo a vos que sos el sol. No es mi culpa, querido. Así me dejás vos, cada tanto, hace más de mil quinientos días.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Vade retro, linchadores

Domingo
La mujer de la tele dice, como si tal cosa, la semana estuvo llena de hechos delictivos y los hechos delictivos seguramente seguirán ocurriendo en esta semana que comienza. ¿Es una sesión espiritista? No, es un noticiero. Yo buscaba algo en el cuarto donde la pereza dominical había dejado la tele prendida, y me quedo de una pieza ante el inusitado comentario. ¿Será que no hay noticias y entonces no queda sino frotar la bola del adivino alarmista?, te preguntás. Ah, qué ingenuo sos, Bulubú. El comentario era un prólogo, e inmediatamente después viene la noticia: Salen de la cárcel nosecuántos presos, dice la mujer, y agrega, con voz ominosa y autosuficiencia ciudadana: muchos de ellos reincidentes. Que los presos salen porque cumplieron su condena no parece tener la más mínima importancia. Si la noticia es una noticia de todos los días, ¿por qué no reemplazarla por presagios apocalípticos? ¿No es nuestro trabajo, acaso? ¿Por qué, de paso, no invocar subrepticiamente a aquel notorio ingeniero Santos, o al minilinchador que se aloja en casi todo ciudadano medio? ¿No es nuestro trabajo, acaso?

Lunes
El relativo silencio del atardecer en Belgrano y Defensa se interrumpe con el frenazo, la corrida y el grito: ¡Agarralo! Mi compra de cigarrillos también se interrumpe.

¡Agarralo, agarralo! El hombre ubicuo sigue gritando a intervalos regulares. La mujer del kiosco, excitada por la repentina y prometedora novedad, hace una contorsión de Nadia Comanecci a pesar de su obesa figura y en dos pasitos está en la calle. Un clima de qué pasó se abate como rocío plomizo sobre la esquina de barrio. Cuando llego junto a la mujer del kiosco y miro la avenida, veo figuras borrosas casi al final de la cuadra. ¿Un hombre corre a otro? ¿Son más? Vaya uno a saber. La mujer del kiosco ha de ver mejor que yo, porque en ese puñado de segundos ya sabe qué pasó... y ha tomado implacable posición sobre el asunto: Eso, eso, bien. Que lo caguen bien a palos por hijo de puta.

Lo dice con la mirada perdida en la escena, chorreando deleite, relumbrando satisfacción, alimentando una sonrisa a medias que parece plena del puro énfasis que reflejan los ojos. Le pregunto qué pasó. Y me dice: No sé (juro que la respuesta empezó por un no sé)... Un ladrón. Ahí están cagándolo a palos. ¿Violencia policial? No, ni siquiera. Varios súperman de a pie empuñando su mano propia. Una espectadora feliz entre otros posibles que los arengan en voz baja o a los gritos. Ánimo linchador, que le dicen.


Por si es necesario, aclaro que no me gustan los arrebatadores pero mucho menos los linchadores; que nadie ha visto a un arrebatador bajar de Marte; que creo profundamente en el garantismo; que me vería enredada en interminables polémicas si alguien me preguntara ¿a quiénes preferís llevar a una isla desierta, a una banda de arrebatadores o a una turba de potenciales linchadores?, y que no sé si optaría por los primeros pero sí sé que JAMÁS optaría por los segundos.