jueves, 19 de febrero de 2009

Pelotita preocupada

Sin caer en maniqueísmos de utilería, ver los afectos en términos de elementos. En un extremo teórico, el amor concebido como material poroso o gaseoso o acuático; en el otro extremo, también teórico, el odio como superficie vidriada o rocosa o cortante; en el medio, los afectos reales, los que combinan materias y elementos varios. Y pensarlo bien y ver que los extremos no son tan teóricos, que nos movemos entre ellos como pelotita de pin-pon (teórica, claro está, una pelotita teórica que rebota tanto en el aire como en la piedra). Pero la pelotita teórica que suscribe, imperfecta como es, se está empelotando de la atmósfera de piedra que parece preferir la pelotita teórica media. La pelotita teórica que suscribe está harta de las pelotitas teóricas criticonas de oficio, quejosas de hábito, malpensadas de puro no querer pensar. Y está preocupada porque, de sólo considerar estas cosas, le agarra una cosa como de vidrio, de roca o de filo cortante, y eso le complica la vida porque prefiere flotar, permear y sumergirse, aunque sea en la pelopincho del patio a temperatura ambiente.

viernes, 6 de febrero de 2009

Pase de factura

Ella le dijo ¿En qué quedamos?, y tras esas exiguas palabritas se cernía algo así como un tango (que, como todo tango, encerraba algunas exageraciones un poco extraviadas, todas basadas en una suerte de verdad aceitosa). El tango decía –hubiera dicho– más o menos así:


Y yo quiero decirte

que ese fuego exaltado que incendiaba ciudades,

que incineraba barcos y bosques y casas;

ese fuego bendito, ese fuego del caos

que quemaba todo lo que yo tocaba,

lo metí en un cuartito,

como vos me pediste,

el cuartito del fuego,

el cuartito feliz,

adonde entro cuando tengo suerte y ganas.

Entonces, no me insistas ahora,

no preguntes por él,

no hables de ese fuego

como con nostalgia,

no me mires en busca de un ayer que no existe,

no suspires de anhelo por aquella incendiaria.

Cuando quieras, entramos al cuartito del fuego,

al cuartito feliz, con suerte o con ganas,

y después retomamos, como de costumbre,

la tan ponderada vida cotidiana.