"Espanto y vulgaridad son el patrimonio principal de los aviones. No contentos con llevarnos, a toda velocidad, desde la tierra firme en la que estábamos hasta los diez mil metros de altura, poniendo a prueba la paciencia de sus motores, los profesionales de lo aéreo agravan la situación creyéndose obligados a munirnos de un entorno agradable, que para ellos se encarna en todos los lugares comunes que ha concebido la cultura del ocio: sonrisa estereotipada de las azafatas, voz melosa en dos o tres idiomas del steward, free shop donde se vende a precio ventajoso lo superfluo, visión obligatoria del film que hemos evitado cuidadosamente en los últimos meses, bombardeo –por suerte, casi inaudible en nuestros auriculares de plástico– con las 'mercancías musicales' cuyos mecanismos falsamente artísticos ya desmanteló Adorno hace varias décadas en 'Quasi una fantasia'. En, como se dice, dos patadas, los cuatrocientos pasajeros, orgullosos de adherir a un sistema que preserva la iniciativa individual, arracimados en la cabina decorada según las reglas más pequeñoburguesas del gusto moderno, pasan a ser la materia prima con la que el reino de la cantidad amasa sus acontecimientos descabellados. En los largos vuelos intercontinentales, a estas calamidades hay que agregar la diferencia horaria, el cambio de clima, la fatiga nerviosa, el hartazgo."
nos mudamos
Hace 2 años