Otro torrente de vos. Llegás así, de sorpresa, de vi luz y subí, con tu sonrisa canchera, como una luna llena extemporánea. A veces quiero invitarte yo, pero no me sale. ¡Qué ilusa! Creo que con un poquito de agua en bajada voy a inaugurar la garganta del diablo y lo único que consigo es una especie de canilla con el cuerito roto. Creo que si pinto un redondelito de blanco voy a llenar la luna nueva y no hago más que echarme encima una oscuridad de topo. Creo cada cosa yo...
A vos sí te sale, en cambio, porque el torrente sos vos. Yo soy la piedra calcinada: cobro vida en esa inmensidad de aguas feroces que desvían el cauce cotidiano para inundarlo de sentido. Soy la estatua de sal que se convierte en Sara por darse vuelta a mirar; soy la princesa aburrida que se convierte en sapo feliz para deleitarse con ese huracán de agua fresca en pleno verano.
Te miro y creo que sí, que te inventé, pero no. Vos ya estabas hecho. Yo nunca te habría inventado tan bien. Fijate si no lo que me pasa cuando intento apenas describirte: escribo algo que sólo entiende Magoya; te comparo con un torrente cuando sé muy bien que andás por ahí escupiendo fuego; te igualo a una luna llena justo a vos que sos el sol. No es mi culpa, querido. Así me dejás vos, cada tanto, hace más de mil quinientos días.
nos mudamos
Hace 2 años
2 comentarios:
"Te comparo con un torrente cuando sé muy bien que andás por ahí escupiendo fuego".
Debo ser Magoya, porque entendí perfectamente. Y no sólo le entendí sino que lo sentí, porque yo conozco a alguien igualito a ése que describís. Es un torrente que escupe fuego.
Es así, Arcángel. Cuando una describe tipos, describe arquetipos. Y supongo que a la inversa debe ser lo mismo. Cariños.
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