La noche enardecida azotaba el cemento frío. El viento aullaba y escupía remolinos de hojas secas. La calle era larga y estaba bordeada de rejas. Casas escondidas tras las rejas, gente escondida tras las casas. La calle era una síntesis de casi todos los miedos.
Yo no tenía alternativa. No era la primera vez que me metía en la boca del lobo, pero me juré que sería la útima. Faltaba una distancia infinita para llegar a la avenida. Y ésa era apenas la primera parte del trayecto.
(...)
Recuerdo aquellos días con una mueca triste que hace lo indecible por parecerse a una sonrisa. Yo cargaba con una honda soledad, precio que se paga por haber abandonado el paraíso.
nos mudamos
Hace 2 años
1 comentario:
A los malos recuerdos hay que darle con los nuevos, con los que están por venir.
Ojalá los malos estén ahorita atrás.
Beso nuevo,
M. (de MalosRecuerdosVadeRetro!)
Publicar un comentario