*
A eso de las cuatro y veinte, el hombre resbaloso, el hombre-cobos, bifronte como Jano, tembló frente al micrófono. Su respiración se oyó en cientos de casas y en un par de plazas, amplificada por la avidez de una madrugada tortuosa.
No se animaba a decir la maldita palabra (y no la dijo: apenas la tradujo en un rodeo amedrentado) que muchos dicen lo instaló en la Historia. Y lo instaló en la Historia, sí, pero en la misma historia de siempre, sólo que con un poquito más de espectacularidad... prestada.
Sí, todo era prestado: la espectacularidad, el momento histórico, los 15 minutos de fama. Si el hombre hubiera tenido algo azul, su boda sáurica se habría imbuido también de buenos augurios. Porque algo nuevo tenía (reinstalaba lo viejo con una nueva estacada) y tenía mucho del usado, recalcitrantemente renovado, exultantemente viejo destino de estos parajes. (Ahora que lo pienso, seguramente el traje era azul. Claro, quién se iba a fijar en el traje. Si el hombre hubiera sido Cristina, alguien se habría fijado en la cartera.)
En otro lugar de la ciudad, unos gordos de atuendo caro y estudiadamente autóctono confundían himnos nacionales con mojigatos avemarías y defensa de la cuenta bancaria con heroísmo cívico. Los gordos se abrazaron como quien festeja el final de un campeonato reñido. Habían ganado por penales con la complacencia del arquero contrario. Habían ganado lo que nunca, por esas putas malsanidades de la historia, terminan de perder.
*La imagen es de Derek Dice
nos mudamos
Hace 2 años
1 comentario:
Maravilloso, escalofriante y emocional. Pienso en esa noche, a veces pienso que nos quedamos congelados en el tiempo. Pero tambien pienso en todo lo que perdimos, perdimos, perdimos, y no se dan cuenta...o si?
Publicar un comentario