sábado, 7 de junio de 2008

De nuevo en la cuadrícula

Perú me escupió de nuevo en la cuadrícula después de una corta y expeditiva caminata por la bacanal de diagonales que a esta altura ya atravieso de taquito. Pensaba en la seriedad de mi decisión: hacerte a un lado, dejarte en el camino, en el camino junto al cual, según el papá de Julia, nunca hay que entregarse, nunca "no puedo más y aquí me quedo". Como avisándome que las cosas no estaban tan mal y que a largo plazo la cosecha era buena, habían aparecido, en distintos días de la semana y en diversos tipos de materilización (voz telefónica, presencia, mensaje), X., X. y X., en un orden que no necesariamente se condice con esta secuencia. Y esa salida de las diagonales a la cuadrícula se erigía ahora en una especie de símbolo bastante obvio, casi rayano en la didáctica. A veces es mucho mejor saber que en la esquina va a aparecer una calle perpendicular. Por un tiempo, nomás, hasta que sanen las heridas.

domingo, 1 de junio de 2008

El silencio obstinado y estridente del domingo recubre con pasmosa quietud los demonios llamados a guardar. Los muy arteros habían vuelto a escaparse para hacer de las suyas aquella interminable noche de viernes... Y yo que creía haberlos noqueado hace rato.

Pero no, ahí estaban nomás, bien intactos, bien sanos y bien salvos. Habrá que fumigar un poco mejor.

Furiosos por haber sido arreados a su celda después de la frenética escapada, se me debaten en un lugar recóndito del alma que parece quedar muy cerca de la pobre panza. Y ojalá este desasosiego se curara con Buscapina.

Todo lo demás anda bien, casi sobre ruedas, por suerte.