jueves, 30 de octubre de 2008

Perras negras


Ay, querido mío. Esa tu voz insomne que me presenta enigmas de madrugada. Esa tu voz de fuego que descubre el fuego por segunda vez en la historia de la humanidad. Esa voz irrespetuosa que desafía la puntería infalible del rayo. Esa voz que pone en ridículo el tan mentado "hechos, no palabras". Esa voz que me sorprende gritando: "mi reino por las palabras". Como diría J. C., "las palabras, Horacio, las palabras: esas perras negras". Las palabras que me muerden el alma, por poner en palabras lo indecible. Ay, querido mío. Gracias por tus palabras.

viernes, 24 de octubre de 2008

Se me ocurre

Los vaivenes, los sacudones, las bien llamadas situaciones-límite, los peligros, las visitas imprevistas al umbral de la muerte, todas esas circunstancias que se arrancan a lo más real de la existencia para construir con ellas la ficción: son las cosas que no se desean para los hijos, pero también,paradójicamente, son el material de las epifanías.

El héroe de la tragedia deja una herida abierta porque no puede relatar su experiencia completa: la relatamos los que quedamos atrás. Quien sobrevive a la experiencia trágica, si pudo con ella, necesita relatarla. Pero para hacerla soportable termina relatándola como comedia... esa palabrita tan inmerecidamente desprestigiada.

viernes, 17 de octubre de 2008

Postales un poco maniqueas


Cruzando Darregueyra, un hombre-dandy extiende la mano para proteger a una señora ya grande de un auto imaginario. La señora sonríe, incrédula. No todos los días se recibe la caricia de un dios italiano con anteojos de sol.

En la tele del subte, un hombre habla de negocios como si en ello se le fuera la finitud. Dice algo así como que el Barcelona hizo calzoncillitos infantiles para captar a sus fans desde la cuna. ¿Es una versión domada y tranquilizadora del bebé de Rosemary? No, es un spot publicitario.

Pasa gente hablando sola, casi gesticulando, como si su interlocutor estuviera enfrente. No parecen locos, no. Cuando se acercan un poco más se les ven unos cablecitos que salen de las orejas. Me viene a la memoria esa frase genial de Tom Stoppard: a man talking sense to himself is not madder than a man talking nonsense not to himself, juego de palabras que pierde su alma en la traducción.

Un grupo de turistas nórdicos de entre cincuenta y sesenta años recorre la Plaza de Mayo con la naturalidad de un ovni. Todas las señoras tienen el mismo corte de pelo garçon.

La ciudad está llena de afiches publicitarios alusivos al inminente día de la madre. Las madres de los avisos son lindas y jóvenes, pero ninguna usa escote.

Dos chicos cartoneros pasan entre los autos con sus carritos. Van gritándose cosas, riendo. Van jugando. Son la única felicidad visible de la hora pico.