jueves, 26 de marzo de 2009

El humo y la nube


En el paisaje distraídamente misceláneo de Buenos Aires, la diagonal norte se complacía en su pareja elegancia edilicia. De repente, una de las cúpulas variopintas que coronan la línea de construcción empezó a arder como si ése fuera su sino. El humo negro quería tapar una nube, y en su pretensión de fundirse con ella hacía estallar partículas de un luminoso violeta. La belleza del enfrentamiento, lejos de ocultar el drama que se proyectaba en el cielo, ponía de relieve la incompatibilidad de ambas materias gaseosas. La nube se veía más blanca y más prístina, porque su belicoso compañero le otorgaba el beneficio de la diferencia. Esa nube era ahora única entre todas las nubes del cielo; era la nube que soportaba impávida los embates del humo, la nube hacia donde se dirigían todas las miradas de los desprevenidos peatones.

No parece ocurrir lo mismo con otras cortinas de humo. Hay mucho ciudadano de a pie que está demasiado ocupado para ver la nube. Ocupado en repetir fórmulas que se derrumban con el análisis, en ignorar contextos históricos y comparaciones empíricas, en cuidar fáciles discursos instalados para no tener que tomarse el trabajo de desandarlos, en indignarse para aventar quién sabe qué frustraciones que nada tienen que ver con el objeto de su ira. Hay mucho ciudadano de a pie que sólo tiene ojos para el humo.

6 comentarios:

Arcángel Mirón dijo...

"Me cuesta como nunca
nombrar los árboles y las ventanas
y también el futuro y el dolor
el campanario está invisible y mudo
pero si se expresara
sus tañidos
serían de un fantasma melancólico

la esquina pierde su ángulo filoso
nadie diría que la crueldad existe

la sangre mártir es apenas
una pálida mancha de rencor

cómo cambian las cosas
en la niebla

los voraces no son
más que pobres seguros de sí mismos
los sádicos son colmos de ironía
los soberbios son proas
de algún coraje ajeno
los humildes en cambio no se ven

pero yo sé quién es quién
detrás de ese telón de incertidumbre
sé dónde está el abismo
sé dónde no está dios
sé dónde está la muerte
sé dónde no estás tú

la niebla no es olvido
sino postergación anticipada

ojalá que la espera
no desgaste mis sueños
ojalá que la niebla
no llegue a mis pulmones
y que vos muchachita
emerjas de ella
como un lindo recuerdo
que se convierte en rostro

y yo sepa por fin
que dejas para siempre
la espesura de ese aire maldito
cuando tus ojos encuentren y celebren
mi bienvenida que no tiene pausas".

(Hombre que mira a través de la niebla, Mario Benedetti).

Hank dijo...

Nos has ensañado a mirar la nube, a que el humo la haga única entre todas, a fijarnos en lo principal detrás del evidente afán protagonista de lo negro...
Una reflexión delicada y brillante, sensitiva e intuitiva, pero ¿por qué nos aleccionas en el último cuarto del artículo? ¿No es mejor dejar una sensación que un predicamento?

Lola dijo...

Gracias por el poema de Benedetti, Arcángel.

Disculpá si parece un aleccionamiento, Hank. Últimamente, más que ejercicios de escritura, me salen broncas por cosas que están pasando en mi país. Los grandes medios privados están en plena campaña destituyente o golpista, y la falta de reflexión, o quizá de educación política, hace que que el discurso prenda en mucha gente. Ya volveré a escribir sobre otras pasiones. Mientras tanto, te dedico con todo cariño sólo el primer párrafo.

morgana dijo...

Qué loco, apenas empecé a leer tu relato de inmediato me figuré en las historias de a dos, donde uno intenta el dominio (algunas veces un dominio tan amoroso que confunde por no parecer dominio) y el otro se deja (o no) dominar.
Veía en ese enfrentamiento, el de tantos otros de a dos. Veía la incompatibilidad que a veces resulta tan dolorosa ver y reconocer.
Y después veo que es algo más profundo, veo que hay algo más allá de lo que mi ojo "ombligo" puede ver.
Entonces a mí me complace y no me molesta, es más... te agradezco esta mirada más allá de mi centro.
Besos centrifugados,
M.

Sergio De Piero dijo...

Nubes y humo. Perfecto

Lola dijo...

Bella y sabia cocinera: nadie como usted para analizar los recovecos de esas historias de a dos, en los que yo suelo seguirla casi a rajatabla. Aquí no hay una diferencia de profundidades sino de enfoques de asuntos todos ellos sumamente importantes, porque lo personal y lo social son bastante inextricables, "que no se pueden desenredar; muy intrincados y confusos", como diría solemnemente algún gallego de la RAE.

Qué agradable es siempre recibir su visita, mi querido doctor Avallay.