martes, 21 de julio de 2009

El fantasma del patriarca

¿Por qué habrá pegado tanto, pero tanto, el discurso anti-Cristina? No quiero hablar aquí de quienes ya se sabe que dicen A, B o Z porque tienen X intereses. Tampoco quiero negar la necesidad de hacer autocrítica, porque autocrítica hay que hacer casi siempre, y especialmente en momentos críticos.

Hoy quiero hablar de otras cosas, menos coyunturales, más viscosas y profundamente ancestrales. Quiero hablar del treintañero JM que cree que los montoneros son una organización actual liderada por el profesor Neurus. Quiero hablar del taxista prototípico, intoxicado de Radio 10. Quiero hablar de la doña Merceditas que blande el cartelito de puta montonera. Quiero hablar de la rubia del colectivo lagente que se inventa un barbijo con el cuello rosa de la polera apenas estornudo detrás de ella en la cola del 55. Quiero hablar de alguna gente querida que no ha elegido desandar el gorilismo familiar.

Y quiero hablar de algo que subyace y sostiene esta mescolanza que se embarulla en la vida cotidiana: quiero hablar de los patriarcas que han superado en supervivencia a la cucaracha, pero también, y especialmente, de las mujeres que han absorbido, producido y reproducido el discurso del patriarca, que lo difunden en línea horizontal y descendente, que lo encarnan con furia y lo defienden como el último bastión de la dignidad que han sabido conseguir.

Estoy hablando de hombres que azotan y truenan por frustración y temor y de mujeres que odian y envidian por temor y frustración. Estoy hablando de algo que, junto a la ignorancia voluntaria, ha sido un componente fundamental en la consolidación del gorilismo autóctono y la zoncera del medio pelo.

Sí, un fantasma recorre la Argentina: es el fantasma del patriarca. Detrás de muchos discursos irreflexivos, epidérmicos, químicos y de florecimiento espontáneo habla ese fantasma, vivo y robusto ya bien entrado el siglo veintiuno, para determinar qué mujeres pueden intervenir en los destinos del país y cómo deben hacerlo.

Esa mujer tendría que haber aprendido de la Gabi, que no intenta expresar sus convicciones con palabras y hechos contundentes sino que se abre paso a puro mohines de chica frágil, insospechados de haber tomado contacto con el barro indeleble de la política (que en el fondo sigue siendo cosa de hombres). Tendría que haber aprendido de la Carrió, que puede ser odiosa y –ella sí– soberbia, porque encaja con uno de nuestros arquetipos favoritos, el de la bruja chupacirios, y de última, dada su performance hilarante, si no jugara para nosotros podríamos tildarla de loca y asunto concluido. Tendría que haber aprendido de la Chiche, que hace gala de su obediencia conyugal, como corresponde a toda mujer y en especial a la mujer de un capanga. Tendría que haber aprendido de la Merkel, que por lo menos es "uropea", compra tanques para que juguemos a la guerra y se viste decentemente como un señor. Tendría que haber aprendido de la Bush, que difunde el ideario de quedarse en la casa como corresponde a una dama. Pero no aprendió, y ahora a los patriarcas de la patria nos resulta más fácil darle su merecido. Porque si hay algo que manejamos (y compartimos) bien, es la nunca bien ponderada idiosincrasia del argentino medio.

Esa mujer –a una mujer que molesta ustedes le dicen "esa mujer"–, esa mujer es un lujo, señoras y señores, y no es el primero que nos damos, como ustedes bien lo saben.

Les hizo salir las entrañas por los ojos cegados de odio ancestral y macho (a ustedes, chicas obedientes, también). De ahí la fábula urgente del doble comando.

Los surtió con un cross a la mandíbula y un bello carterazo vouitton de peronismo auténtico. De ahí la insistencia en la coquetería y los accesorios.

Los hizo sentir un porotito de soja, y no en el sentido de lo que vale el porotito en el mercado. De ahí los epítetos clásicos para etiquetar a las descendientes de Lilith.

Lástima que les haya salido tan bien eso de sintonizar con el goce de lagente. Y lástima que, con su último hallazgo, el de la flamante pospolítica millonaria, también les haya salido tan bien eso de sintonizar con el goce popular. Goce este último que, vaya uno a saber o sepa uno bien por qué, en los tiempos que corren ya no parece ser – mayoritariamente– el que en otro tiempo fue.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad es que, este post es un puro disfrute y un buen cross, ese que todavís no le podemos dar al garcaje.

Lola dijo...

Gracias, compañero, por el elogio, y por arrimarse al fogón.

Anónimo dijo...

De nada. Ayer había dejado un comentario en otra entrada, en esa que describis muy bien un agravio, que refería precisamente al machismo exacerbado de este pais. Parece que no salió.
Pero en el fondo decía que, las mujeres la odian porque ella ocupa el lugar que jamás podrán llegar a ocupar, le adjudican por ello "soberbia", y los hombres la odian porque no soportan que sea esabella dama la que les dice lo que tienen que hacer y como hacer. No lo soportan, simplemente. Pais, machofachista

Ester Lina dijo...

Sabés que le encuentran intolerable? Que tiene claro lo que es y lo que quiere, que está convencida, y que defiende su proyecto con la firmeza de sus actos.
No pueden aceptar -porque no lo creen- el modelo, el cual se basa en un círculo virtuoso que enlaza la mayor actividad económica, el superávit, la mejor recaudación, la mayor inversión pública, la mejor infraestructura que amplía la competitividad y baja los costos, lo que a su vez realimenta el crecimiento económico, en un marco de equidad en el que la educación, la salud y el acceso a una vida digna estén al alcance de todos los argentinos.
Los argentinos tienen la auestima demasiado baja. Les va mejor creer que son incorregibles, que hacemos papelones, y que el mundo nos mira mal.
Saludos

Lola dijo...

Totalmente, Mona. Hay muuucho, mucho argentino que no se la merece. Gracias por pasar.