domingo, 9 de agosto de 2009

El gorila ofendido


El gorila se ofende cuando se canta en público la marcha peronista. Pero no es ese el rasgo más peculiar del personaje en cuestión. Lo más inaudito es su acérrima convicción de que le asiste un derecho irrenunciable a ofenderse y a pedir justificaciones cuando suena el insuperable hit de la política argentina. Si no, no se vería al acartonado Aguinis entregándose con tanta presteza a la derrota en un debate televisivo por insistir en que se le brinde una explicación tan absurda.

Yo vengo de una familia gorila. El gorilismo familiar tuvo un acontecimiento fundante: mi abuelo materno, un personaje entrañable por su inteligencia, ingenio y sentido del humor, al parecer estuvo preso durante uno de los primeros gobiernos de Perón. Creo que en mi familia nadie sabe o recuerda si mi abuelo estuvo preso un ratito, unas horas, unos días o un mes. Y también creo que a nadie le importa mucho, porque el acontecimiento fundante es apenas una excusa, un marco propicio adonde acomodar un ideario que de otro modo no resistiría el análisis. De todas formas, el gorilismo de mi abuelo es el único de la familia que, sin compartir, siempre he respetado. Mi abuelo odiaba a Perón porque odiaba a los militares, y en Perón veía a un militar que había sabido ganarse al pueblo. Y un militar, en el contexto ideológico de mi abuelo, no podía significar nada bueno. Creo que de no existir ese sesgo entendible por el horizonte de época, esa generalización que se funda en un argumento más o menos razonable, mi abuelo habría sido un magnífico peronista. Un Aníbal Fernández de los cuarenta.

Cuento que vengo de una familia gorila porque ese entorno temprano me proveyó de invaluables herramientas para comprender un aspecto fundamental de los sucesos argentinos. Conozco al dedillo y desde adentro, por haberlos mamado desde mi más tierna infancia, los "argumentos" gorilas. Y si bien desandar la tradición gorila fue una tarea ardua y prolongada, puedo decir que finalmente lo he logrado, y que los últimos tiempos tuvieron la infinita amabilidad de proporcionarme el último y definitivo empujón.

Cuando vi a Mr. Pretentious Aguinis emperrado en su infantil autoderrota, recordé algunas discusiones pertinentes con amigos gorilas que la vida, no contenta con la instrucción temprana que me había brindado, supo regalarme más tarde con gran generosidad didáctica. Es difícil discutir con los ofendidos en general, he de decir, pero con éstos lo es aún más, porque el sentimiento de ofensa les llegó con la leche de la teta materna. Y ese alimento, ya lo contaba antes, o bien se resiste con uñas y dientes a la excreción final, o bien se asimila y pasa a formar parte del organismo. Además, la situación inversa, es decir, la actitud de un peronista que escucha la marcha radical, por ejemplo, en un restaurante o una oficina, suele ser la risa, la sorna o el afán de lucirse con la marcha propia, que le gana por goleada.

Una de las amigas que mencionaba antes terminó por reconocer que la larga, represiva y sangrienta proscripción del peronismo, precedida de indefendibles bombardeos, restaba toda legitimidad argumentativa a su sentimiento de ofensa. Si quería ofenderse podía hacerlo, pero ya no contaba con argumentos honestamente válidos que sustentaran su posición. Por suerte, no todos los gorilas son cristovencedores, y a algunos incluso les da cierta cosita saberse del lado de quienes emplean conceptos de tanta banalidad o cinismo teóricos como los de "tirano prófugo", "aluvión zoológico" o "esa mujer". Decía entonces que esta amiga debió deponer sus argumentos. Y sí, por mucho que le pese a ella o a cualquier otro gorila, el antiperonismo es fundamentalmente un sentimiento. Y andá a defenderlo si podés.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Es muy bello todo lo que decis. Pero yo veo gorilas por todas partes, tengo una confusión de la puta madre. Es como si los gorilas se hubiesen multiplicados y no fueran sólo antiperonistas, porque parece que hay peronistas muy gorilas. Un abrazo

Ester Lina dijo...

Si, es cierto: hay gorilas en la oposición y también en el peronismo.
Fue Perón quien se planteó que la Argentina estuvo diseñada para unos pocos. Una selecta minoría es la que accedía siempre a los bienes y consumos; el resto de la población, quedaba bajo la línea de pobreza. La clave del éxito de este modelo perverso era la superproducción de alimentos destinados en su casi totalidad a la exportación. Por eso, el modelo cerraba con costes salariales bajos, con volúmenes exportables altísimos, escasos fondos destinados a bienes y servicios para el bienestar general, y un alto porcentaje del presupuesto nacional destinado a garantizar la renta de los sectores económicos más concentrados. El Estado estaba atendido por sus dueños... y fue Perón el que quebró esta lógica... pero no del todo.
Hoy, en pleno gobierno democrático aparecen con mayor virulencia, los que defienden a los más acaudalados. La oposición pretende hipotecar el País en manos del FMI... como si no hubiéramos sufrido bastante a causa de organismos internacionales de crédito.
A este perfil de opositores –los de los años 50 y también los actuales- les conviene reinstalar el circuito financiero, en vez del productivo; solamente ellos se benefician con la especulación, en vez de la ganancia genuina.
Los k hoy, a semejanza de Perón, vienen instalando políticas sociales y económicas apuntando a las mayorías populares, para que el Estado sea garante del Bien común.
Pero la oposición no percibe el modelo de distribución; se aglutina en pos de enfriar la economía, disimulan sus deseos de achicar salarios, de bajar consumos, de aumentar exportaciones en detrimento del consumo interno. Se proponen aumentar impuestos, pero (por supuesto) de todos los argentinos, excepto a los terratenientes emparentados con la Patria.
Saludos

Lola dijo...

Ambos tienen razón. Es lo que me encanta de la blogósfera: ese ida y vuelta que completa, talla, rellena y burila las ideas. Gracias por pasar.

Paola dijo...

Lola, llegué acá y me gustó. Mi familia fue peronista, pero mi madre, adicta a los noticieros , se ha vuelto una gorila también. Un día le dije: no te acordás, cuando en tu pueblo, eras la cabecita negra peronista? NO es antiperonista , pero es gorila igual; debo ser sincera.

Espero pasar y seguir disfrutando. saludos

Lola dijo...

¡Qué alegría la visita, Paola! Bienvenida.

Leny Pereiro dijo...

Ay, Lola, Lola!...

No te conozco, pero qué suerte que vagando por la ¨virtualidad¨ haya llegado hasta aquí.
¿Suerte dije?...Hmmm. No. No creo ni en la suerte ni en las casualidades.

Se lo haré leer a mi hija que en su clase de historia tuvo una de esas lecciones que te da la vida sobre el gorilismo...
Quizás pueda encontrarle una respuesta a su propio desconcierto.
Muchas gracias!

Seguiré leyéndote...

Saludos más que cordiales.