domingo, 7 de septiembre de 2008

Estupor


Se queda en silencio, porque pasó algo sordo o ciego o desconocido, y no se aviene a preguntar qué fue. El último diálogo rebota en la memoria como el maullido insomne, ajeno e inexorable de una gata en celo. Eran moras maduras y de repente fueron pedazos de mondongo crudo. Era ambrosía y de repente fue aceite de ricino. Era el frenesí del aquelarre y de repente fue el infierno de la hoguera. Un día era Juana de Arco, y al día siguiente, un esqueleto descompuesto de dolor. Y afuera sigue el mundo, indiferente a sí mismo, a su belleza y su vómito, porque no busca sentidos y simplemente es.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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Arcángel Mirón dijo...

Excelentísimo texto, Lola. Sintético, dramático y claro.

Lola dijo...

Gracias por apreciarlo, Gilda! Tu crítica vale doble.