martes, 12 de febrero de 2008

De xenofobia, sabores y dietas

En mi prejuiciosa ciudad, muchos suelen acusar de ladrones a los peruanos, como si el robo fuera un acto extrapolable del complejísimo entorno urbano, ajeno a otros aspectos del sistema y factible de ser atribuido a supuestas características fijas de la nacionalidad. En esa absurda estereotipación caen incluso algunos integrantes de mi entorno más querido, azuzados por leyendas xenófobas que recorren las calles y van agrandándose como avalanchas de chisme y sospecha. Digo esto ahora porque hoy al medodía, una vez más, me vi envuelta en uno de esos debates ingratos.

Pero hoy al mediodía también me sumergí, como suelo hacer de vez en cuando, en otra experiencia relacionada –en este caso, sin discusión– con mis queridos compañeros de continente. Y quisiera "acusarlos" de una característica que sí es atribuible al terruño nativo: la gastronomía. Sí, la comida que sirven en los restaurantes peruanos de mi ciudad es absolutamente deliciosa. ¿Me dirá alguien alguna vez cuál es el condimento excelso que le ponen al seco de frijoles? O bien, ¿cómo logran ese amarillo irresistible del ají de gallina? ¿Y el sabor afrodisíaco del cebiche? ¿Y la fuerza volcánica de la sustancia?

Los hipotéticos (y en su mayoría inexistentes) lectores de este blog, después de tanto comentario gastronómico –y en muchos casos etílico– jamás adivinarían que estoy a dieta casi rigurosa. Y que la dieta, sin obligarme a renunciar a todos los placeres, está dando resultados asombrosos, con lo cual puedo desmentir otra leyenda virtualmente indiscutida: que poco después de los cuarenta, una mujer difícilmente logre adelgazar.

¿El secreto? Carne argentina magra (un poco menos de morcilla en los asados), frutas y verduras bolivianas, semillas de lino de cualquier origen, mucho más delivery chino que italiano, mucha más agua que vino argentino o chileno (el vino es innegociable), algún escape peruano para compensar, algo de ejercicio (incluido el amoroso, con gente de cualquier nacionalidad)... y tener la suerte de poder pagarse la comida y la bebida en esta selva que nada perdona.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Estando a dieta, el raro dulzor del pacharán no se que tal te iria, pero si quieres cuado salga del ltargo te envio unas botellas.

Que gans me han dado de comer cosas de esas que desconozco.

Anónimo dijo...

Es el temblor del pulso el que me hace que no atine con las teclas, nada grave y solamene eso.

morgana dijo...

A la vuelta del chopin Abasto, hay un lugar que me en-can-ta de comidas peruanas. Y sinceramente, no sé qué le ponen pero loque sea es grandioso.
Si la dieta dio resultado, pasámelá! No porque tenga más de 40 (avisá...) sino porque deseo fervorosamente adelgazar y no puedo!
Saludos diet,
M. (MuchaCamaAdelgaza!!!)